
“La gente no ha dimensionado la verdadera magnitud de lo que pasó aquí”, sostiene Marcelo Lagos, experto en maremotos de la PUC, que junto a un grupo de científicos extranjeros recorre las costas devastadas tratando de entender qué pasó y por qué las alertas no funcionaron.
Lunes 15 de marzo de 2010 Vida Hoy
Experto del NOAA dice que por la lejanía de Juan Fernández del epicentro se podría haber hecho algo más para alertar a la población.
La naturaleza sísmica de Chile está más que asumida; sin embargo, poco se hablaba de que los maremotos han acompañado la mayoría de los terremotos más importantes de la historia y que, generalmente, son más destructivos. Valdivia 1960, hasta ahora el terremoto de mayor magnitud en el mundo, provocó olas de hasta 25 metros, que arrasaron con la actual capital de la Región de Los Ríos, provocando miles de muertos.
El último megaterremoto, que también se instala en el ranking de los de mayor magnitud, se hizo acompañar por un tsunami, el que, al igual que el sismo, era esperado por la comunidad científica, que hoy se ha trasladado hasta la zona centro sur del país recabando los datos para determinar la real magnitud del fenómeno, más allá de la percepción de la población.
Marcelo Lagos (en al foto), geógrafo físico y experto en tsunamis de la Universidad Católica, se muestra sorprendido, “lo que estamos viendo en la zona costera de Constitución es que efectivamente las olas fueron grandes, no sé si la gente logrará dimensionar, con lo que ha visto en los medios, lo que se vivió aquí. En el borde costero, como mínimo, la ola que llegó aquí tuvo que tener más de 10 metros, probablemente mucho más”, sostiene en Constitución, desde donde se trasladará a Pelluhue, Curanipe, Dichato y Talcahuano, acompañado de un equipo de investigadores internacionales provenientes de México, EEUU, Perú, Francia y Japón.
“El tsunami fue de magnitudes mayores a las que se pensaba. En el momento no había mucha precisión, por eso vinimos a determinar la altura máxima y ver el sitio de inundación”, cuenta María Teresa Ramírez, del Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Según Lagos, estas mediciones podrán determinar la precisión de los sistemas de monitoreo utilizados. “Diez metros como mínimo ya es mucho, es como un edificio de 3 pisos”, dice el geógrafo. No existe un dato categórico, pero tratarán de tener la mayor cantidad de información para llegar lo más cerca posible a lo que ocurrió. “Cuando tengamos datos, vamos a modelar el tsunami, para que los distintos escenarios nos calcen con lo que estamos viendo en la realidad, para entender qué es lo que sucedió y ayudar a que no se vuelva a repetir”, sostiene.
¿Preparados?
Un tsunami puede ser provocado por deslizamientos de tierra hacia la costa, erupciones volcánicas submarinas, deslizamientos en el fondo oceánico, cambios de presión bruscos en la atmósfera, desprendimientos glaciares, caída de meteoritos, entre otros, pero más del 90% es provocado por un terremoto de gran intensidad con epicentro cercano a la costa. Este tsunami era esperado, al igual que el terremoto, pues históricamente se han presentado fenómenos de este tipo en la zona y era uno de los pocos lugares que durante el siglo XX no había sido afectado. “Cualquier geocientífico sabía que esto podía ocurrir, ahora, otro cuento es que las autoridades se ocupen de considerar este tipo de fenómenos que, evidentemente son poco recurrentes, pero cuando ocurren son altamente destructivos”, enfatiza Lagos.
Para Diego Arcos, investigador del Centro de Investigación para Tsunamis del NOAA (National Oceanic and Atmospheric Administration), Chile es uno de los países que más preparado estaba para enfrentar una catástrofe como ésta. “Estaban conscientes del riesgo de tsunamis, quizá falló algo, si es cierto que no se dio una alarma a tiempo o la información que se dio tendía a disminuir la peligrosidad del tsunami, no he hablado con los responsables, es una incógnita”, sostiene y agrega que siempre han estado abiertos a colaborar con la labor del Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada (SHOA).
“En general, la gente está preparada en comparación con lo que he visto en otros países. Por ejemplo, en Constitución la población supo que había que correr, en el 90% de los casos ocurrió así, pero hay un 10% que no logra asociar que puede venir un tsunami. Una mujer me decía que estaba acampando en una isla en medio del río Maule y si bien sintió el terremoto, nunca se dio cuenta de que venía el tsunami, pensó que el ruido era un árbol y fueron sus vecinos los que la sacaron. Muchas personas en vez de huir al cerro, se subieron a sus botes, tratando de escapar, pero los motores tenían tan poca potencia que la ola los pulverizó. Tenemos que evitar este tipo de conductas, tenemos que rescatar lecciones, ver qué debemos mejorar”, dice Lagos.
Réplicas
Tres réplicas con magnitudes superiores los 6 grados Richter (6,9 la mayor, todas con epicentro en la Región de O’Higgins) determinaron que el SHOA y la Onemi decretaran la alerta preventiva de tsunami en las costas desde Valparaíso a Los Lagos. Sin embargo, esta vez, el mar se mantuvo en su lugar.
Los expertos señalan que un terremoto puede producir un tsunami si estando cerca de la costa, la persona no puede mantenerse en pie debido al movimiento. Ésa es la señal para huir a las zonas altas, sin necesidad de esperar la alerta oficial.
“Un sismo que lo está casi tirando al piso es un anuncio para que la gente inmediatamente salga de su casa si está en la costa, porque hay mucha probabilidad de que se desate un tsunami, y no esperar una alarma, porque a veces no hay forma. Acá en Constitución la iglesia que tenía la campana para dar la alarma, se cayó”, sostiene Ramírez. Agrega que es probable que una réplica lo cause, como también es posible que una réplica alcance magnitudes cercanas o mayores a las del sismo principal. “No me atrevería a decir que no, ningún científico podría asegurar que no pueda pasar”, dice.
JUAN FERNÁNDEZ
Diego Arcas, del NOAA, señala que el archipiélago de Juan Fernández es un sitio intermedio lejano, en el que a diferencia de Constitución, por ejemplo, donde la ola llega en cosa de minutos, habría podido hacerse más. “A la velocidad a la que se propagan las ondas, que en agua profunda, a 4.000-5.000 metros, es de 700 km por hora, existe tiempo de reacción de la población para emitir una alarma de tsunami, evacuar o avisar que hay cierto riesgo, dependiendo de la magnitud del terremoto”, dice.
DE MEDICIÓN
Para el levantamiento de información, los científicos trabajan con distanciómetros láser -que permiten ver la distancia horizontal y altura de las olas-, sistemas de posicionamiento global geodésico (WGS) -permiten hacer medir con precisiones subcentimétricas de las alturas de ola registradas en la costa-, además de las marcas que dejó el mar al entrar al continente, en la costa y en las casas.
Existen varias escalas para medir tanto magnitud como intensidad de los tsunamis, pero al ser un fenómeno que se comporta de manera diferente en todos los lugares por los que pasa, ninguna es determinante.
Fuente: La Nación - Chile - 15.03.10
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